Tan solo una noche...
Tan solo fue
necesaria una noche para saber cuan hermosa podrías llegar a ser, cuan
maravillosa eres, si bien tus ojos podrían enseñarme tu alma, que así fue,
también fueron el comienzo de los míos hacia la escultura viva de tu cuerpo;
luego imaginé sin errores que tus labios eran la entrada al paraíso, lo supe
porque algo en mi mente, en mi cuerpo y en mi alma me decía que podía encontrar
en ti una tierna dulzura llena de algo de pasión que reflejaba tus movimientos,
tu forma de caminar y ese vaivén de caderas que exhibías.
Tus ojos cafés son
como la luna, irradian luz en una oscuridad que pareciera infinita pero que
acaba al hacer contacto con ellos, sí; porque iluminan cada una de las almas
que los descubren, aunque no los conocí llenos de felicidad sino de nostalgia y
preocupación no podían dejar de ser mi único centro de atención.
Y tus labios
rosados y frescos que se iban secando al contacto con los cigarrillos, esos sí
que me hicieron perder por un momento en mis alucinaciones y aunque pareciera tan
loco y un tanto pronto, solo pensaba en refrescarlos con mis labios, no de una
forma obscena sino de la manera más suave que fuera posible, con una sinceridad
que notaras al sentir como te besaba.
Prefiero hacer
hincapié en lo hermoso que es tu rostro porque estaba casi desnudo y aún así
visible, con algo de maquillaje sobre él que era como una seda transparente que
permitía ver tu naturaleza; no hablo en profundidad de tu cuerpo porque si que estaba cubierto, hermoso
pero cubierto, no es que solo quisiera verte sin ropa ¡NO!, solo que la
desnudez permitiría ver con más claridad la sencillez que embarca tu mirada.
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